Frank sin ancla
Un telón de cine de barrio con una escafandra que ha divisado varios monstruos marinos a un lado, dos secadores de pelo de peluquería de señora al otro (que en realidad son dos máquinas del tiempo) y un reclinatorio para venerar los santos oficios de la música y el cine.
Coloma en casa de Julián. No hay más preguntas señoría.
A Coloma le faltaban teclas literalmente en su batalla contra un piano duro, un piano blanco, un piano de mar.
Tanto es así que en el round final, Coloma solicitaba un físio en la sala y aparecieron Costa y Julián para estirar después del combate. Costa llenando el escenario y Julián de hostelero, de músico, de maestro de ceremonias, de anfitrión.
Con un humor descomunal y un ritmo de Screwball, conectó con el público para cantar a viejos maestros, a nueva Orleans, al espagueti western, a su perro, a su abuela, a su gato...y acabar haciendo (según sus propias palabras) un bocata de berberechos con chocolate. Nos gustan las dos cosas pero hay que ser muy marciano para hacer algo así. Pero esta gente no es de este planeta. No hay que aferrarse a nada. Y aquí no llevan ancla.
Texto: Héctor López Gamero